UNA REFLEXIÓN. Hoy, como ya hice costumbre en sábados, salí a conocer algo. No improvisé, simplemente había dejado esta visita para cuando no pudiera ir más lejos. Ya había visto localización, sólo faltaba ver horarios y costo y ya está. Visité el Museo de Artes y Costumbres Populares y luego enfrente el Museo Arqueológico. Los dos ubicados en el Parque de María Luisa, cerca de casa, aquí en Sevilla.
Todo estaba muy solo, entre el intenso calor que ya se empieza a sentir y el esperado partido entre el Barcelona y el equipo inglés donde juega el Chicharito (nótese mi alto conocimiento en fút-bol) la gente prefiere refugiarse en un bar frente a una cerveza helada que andar de museos.
Otro día les cuento de los Museos, ya que lo que quiero narrarles hoy es el encuentro que tuve con una gentil señora brasileña, turista en la ciudad igual que yo, con más de setenta años de edad, renqueando por una rodilla lastimada, cargaba un enorme bolso, una cámara profesional y un sombrero. Llenita, blanca muy asoleada y de ojos grises. Nos habíamos visto mutuamente durante la larga visita al Arqueológico y nos encontramos en la banca de la salida, descansando, por lo que pronto surgió la plática. ¿De dónde es? ¿Le ha gustado la ciudad? ¿Qué ha visto?
Eso fue suficiente para que un torrente de palabras en un portoñol que yo entendía bien se viniera de pronto. Me dijo que un día antes había estado en la Catedral y que entró a conocer su tesoro y empezó a llorar y con palabras entrecortadas me decía “estoy triste ¡muy triste! No tengo odio, ni rencor ¡pensé tanto en Ustedes!, en todos los mexicanos que tuvieron que desaparecer o morir para que llegara esta plata o este oro a este país” y siguió diciéndome cómo sentía dolor profundamente al pensar en los indígenas que trabajaban en las minas y se consumían en ellas mientras grandes lágrimas escurrían por su rostro de anciana. Me dijo que a Brasil lo protegieron dos cosas de los españoles: la selva tan difícil de conquistar y que los indígenas de la región estaban mucho más atrasados que los nuestros y no sabían nada de oro y plata. Que ya no quería entrar más a ninguna iglesia a ver retablos con plata mexicana.
Los que me conocen se imaginarán cómo estaba yo. Soy terriblemente llorona, así que yo no hablaba, sólo la escuchaba.
Me contó que vino a un pueblo de Portugal a buscar la tumba de sus antepasados porque su abuelo, judío sefardí, pidió que alguien de la familia volviera y cantara allí las canciones judías que él les había enseñado, que sólo así el descansaría ya que no pudo ser enterrado allí. Y ya había cumplido. Luego sacó de su enorme bolso un libro nuevo, todavía envuelto en el celofán y me dijo “te lo regalo, me lo regaló el guardia de la taquilla del Museo de enfrente porque le hizo gracia que le reclamara que me cobraba la entrada sólo porque no soy ciudadana de la Unión Europea”.
Yo me quedé sola en la banca un rato más pensando. Pensé en los conquistadores y en los conquistados. En el “Madre Patria”, término que no les gusta a muchos españoles pero no lo dicen, parece que pensaran en parientes incómodos. Han pasado siglos y aún hay algunas actitudes de conquistadores y de conquistados en ambos lados. Pero no es bueno generalizar y no se debe. Por ahí leí que un objetivo de la historia es evitar que vuelvan a ocurrir algunos hechos vergonzosos para la humanidad, pero aunque conservemos las pruebas y recordemos los hechos, debemos cambiar actitudes, sino no tiene objeto la historia. A mí que me encanta conocer otras culturas con todo lo que traigan: costumbres, vestidos, comidas, arte, paisajes, me parece estúpido que exista todavía el racismo ¿Quién dijo quién es superior a quién? ¿Porqué alguien es superior a alguien? Existe, eso sí, el respeto, el respeto a mi jefe, a mi madre, a los mayores y existe la admiración al arte, a la cultura, al poeta, a quién sabe mucho ¡pero no hay que confundirlo con superioridad! Cuando en mis andanzas me encuentro a alguien racista, sonrío pensando “¡qué estúpido!” y me alejo (si algún día hago eso contigo ya sabes que pienso).
Por la noche abrí el libro y quedé boquiabierta. Se trata de un catálogo de Julio Alvar (Zaragoza, España, 1928) de fotografías y dibujos a la tinta hechos a lo largo de su visita a pueblos de Latinoamérica. Empieza con un pueblo de Michoacán, México, luego pasa por Perú, Paraguay, Bolivia y Brasil. Es una muestra polifacética de su propia visión de los pueblos, donde describe la vida cotidiana de estos pueblos, sus costumbres y su arte. Luego sigue con un recorrido por la península Ibérica haciendo lo mismo. En Santa Fe de la Laguna, Michoacán, pintó un mural en 1980 simbolizando la lucha indígena por la defensa de sus derechos y al mismo tiempo hacía una exposición del tema en Santa Fe, Granada. El trabajo es muy hermoso, tal vez si lo hubiera visto la señora brasileña se habría asombrado de haber recibido un regalo que podría suavizar su corazón.
Todo lo anterior me hizo recordar un libro, en
principio muy simpático, pero con un mensaje profundo, se llama El rediezcubrimiento de México por Ceferino Díaz Fernández en colaboración con Marco A. Almazán, se los recomiendo porque no paré de reír desde que lo empecé hasta leer el final. No les cuento nada del libro para que lo busquen, sólo terminaré esta reflexión con la dedicatoria que el autor escribe en el libro: “A México y España, dos países a quiénes unen sus diferencias y separan sus igualdades”, lo conozco de memoria de tantas veces que lo leí y fue un regalo de Monseñor Alfonso Ortiz Arreola a mi papá. Obrigada.
Paty si estás haciendo muy bien las cosas, pero me pregunto si estás estudiando… no me preocupa, pero si quiero el chisme al día… yo entre de nuevo a la Univa a estudiar derecho para hacerme chueco, dirigia el inge, pero no me alcanza el tiempo para tanto… y te veo a ti y me admir, entonces me digo que esta no estudia solo pase como turista….¿como le haces para darte tanto tiempo?
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hola Pancho, te voy a contestar en éste el último de tus divertidos comentarios. Eso que me preguntas también se han cuestionado otros ¡pero hay que ser ordenado caramba! yo uso en mi misma un sistema de motivaciones, o sea me premio dicho en otras palabras. De esta manera, si trabajo mucho en la Facultad tengo derecho a paseo y/o salida y si no, ¡pues no! si habrás observado, salidas fuera de Sevilla han sido pocas precisamente por el costo y he viajado ida y vuelta el mismo día para evitar el costo del hotel, que por acá son carísimos. Hoy sábado, aunque he trabajado mucho toda la semana no salí, porque quiero entregar a mi Director de Tesis un buen avance para la próxima cita y ¡aquí estoy! y, por otro lado, siguiendo el ejemplo de una amiga que estudió acá también, trabajo mucho durante el día y por la noche salgo a caminar cámara en mano ¡el sol se mete a las 10:00 de la noche! hay que aprovechar… saludos y espero que vuelvas seguido.
Paty Michel
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Wow!!!! Sim palabras que espíritu y corazon para relatar una historia complicada pero linda. La verdad que me encanto
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Gracias Ruth por tu visita a mi blog, espero verte seguido por aquí y que bueno que me dejas una nota.
Necesito sus comentarios para saber si estoy haciendo bien las cosas.
Por allá nos vemos pronto.
Saludos
Paty Michel
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