Cuando viajo a una ciudad, procuro conocer su mercado, si lo
hay, porque generalmente éste refleja la personalidad de la ciudad y en
Valencia no fue la excepción. Estuve en dos; el primero resultó un paraíso de
delicias españolas: embutidos de todo tipo y color, aceitunas, quesos,
mariscos, frutas… todo en el marco de un magnífico edificio gótico con hermosos
ventanales. Así que pronto mercamos un delicioso chorizo en color obscuro y de
exquisito olor, un queso de cabra y de tres tipos de aceitunas, que serían
luego sublimes compañeros de un buen rioja; también una buena cantidad de higos
para hacer una buena mermelada.
Al otro mercado me llevó con la promesa de una buena horchata sopeando un Fartón y una leche merengada, la Sra. María Jesús de Servera, quién se convirtió en mi anfitriona ese día. Llegamos a éste, ahora convertido en un oasis para paseantes, con cafecitos, panaderías, tienditas de artesanías, una florería… ¡un lugar muy hermoso!
La horchata es una bebida en apariencia idéntica a la de México, blanca, pero no es de arroz, sino de xufa (pronúnciese chufa), una especie de nuez. El Fartón es un pan largo, ligero y con un poco de azúcar glas encima. La leche merengada es un helado, una nieve, de leche, en color blanco, ignoro de qué se prepara, pero no se la pierdan cuando vayan a Valencia.
¡Definitivamente los mercados de Valencia son oasis de placer!