Entre la carretera que une Sayula con San Gabriel se encuentra el parador **“Mirador vine a Comala”**, un sitio que invita a detenerse, mirar el horizonte y recordar la voz inmortal de Juan Rulfo.

Desde allí, el paisaje se abre en un **llano inmenso, árido y misterioso**, salpicado de cráteres que parecen cicatrices antiguas de la tierra.

El lugar tiene algo de mágico: el viento sopla con un murmullo que recuerda las palabras del cuento *“¿No oyes ladrar a los perros?”*, como si los ecos del relato siguieran resonando entre los cerros y los caminos polvorientos. Es un sitio donde la literatura y la geografía se confunden, donde uno puede imaginar las sombras de los personajes rulfianos caminando bajo el sol implacable.

Visitar este parador es detenerse en el tiempo, sentir el peso de la memoria rural y rendir homenaje al escritor que supo escuchar el alma profunda de Jalisco. Desde ese punto, el visitante comprende por qué **Comala no solo existe en los libros**, sino también en el aire, en la tierra seca y en la distancia que separa el silencio del ladrido de los perros.

Vista del Llano

«Daba gusto mirar aquella larga fila de hombres cruzando el llano grande otra vez, como en los buenos tiempos…»

Juan Rulfo