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A casi 4 kilómetros de la frontera con Holanda, en el noroeste de Alemania, en la región de Düsseldorf, está una población denominada Bocholt, cuya economía está basada en la industria textil y tiene alrededor de 70 mil habitantes viviendo rodeados de bosques y valles con pequeñas granjas, canales para riego, flores y gente trabajadora.
No encuentro las palabras adecuadas para describir el ambiente que se siente allí, tal vez “tranquilidad” me ayude, no lo sé, ya que se vive en hermosas casas rodeadas de jardines llenos de flores cuando el tiempo lo permite, con gente amable y sonriente, con todos los servicios muy cerca, por lo que sus habitantes dudo mucho que conozcan el estrés. El ritmo de vida es apacible, se trabaja y se vive en paz con los demás y con la naturaleza y se vive muy cercano a ella disfrutándola mucho.
Bocholt ofrece la oportunidad de vivir de cerca la vida cotidiana alemana, de observar sus costumbres y de deleitarse caminando por sus bosques con senderos, estanques, fuentes, jaulas con ciervos, gamos, jabalíes y otros animales propios de la región, observando gran diversidad de aves.
Uno de los principales atractivos del lugar es la gran cantidad de senderos para bicicletas, con rutas señaladas, lo que hace que Bocholt sea conocida en la región por ello, ya que se calcula que hay más bicicletas que habitantes. Se puede ir a Holanda en bicicleta.
Tiene dos Ayuntamientos, el antiguo que data de 1624 y es un hermoso y peculiar edificio dedicando a San Jorge, en santo patrón de la ciudad, en estilo renacentista, muy bello y con detalles muy curiosos. El nuevo, Berliner Platz, construido en los setentas, es un moderno edificio en donde se promueve la cultura y el teatro.
La ciudad tiene varias mansiones antiguas en estilo Art Nouveau e incluso llegué a ver una con techo de paja, muy peculiar y muy bella. Algo que disfruté mucho y me pareció muy interesante fue el cementerio, con tumbas muy antiguas y un gran número de ellas de la primera y segunda Guerra Mundial. Me contaron que la gente acostumbra ir una vez a la semana a arreglar la tumba familiar y se puede observar que la gente deja allí sus herramientas de jardinería ¡qué bonita costumbre!
Mi anfitriona fue Lorena, una amiga de la niñez, casada con Ralf residente de Bocholt y tienen una hija, cuya belleza exótica es el resultado de un matrimonio feliz entre una mexicana, morena y guapa y un típico alemán rubio y alto.
Fueron cinco días que me regocijé con las atenciones de ellos, ya que me llevaron a conocer los alrededores, en Holanda y Alemania, estuvimos en un restaurante de comida Yugoslava y gozamos de su bello y cuidado jardín con una barbacoa familiar donde no podía faltar, de ninguna manera, la cerveza alemana.
¡Gracias Lore y Ralf! Espero poder corresponder tantas atenciones pronto.

NOTA: Bocholt debe pronunciarse «bojolt».