En Castilla-La Mancha, casi en el centro de España, está una ciudad moderna con corazón muy antiguo: Cuenca. Tiene casi 60 mil habitantes, una historia que se remonta hasta el paleolítico superior y durante la conquista musulmana (s. VIII) se construyó como una fortaleza, fácil de defender puesto que está en la cima de un cerro rocoso y rodeado por el río Júcar y su afluente el río Huécar. Es ahora de fácil acceso, ya que estando a 163 km de Madrid y contando con estación del tren Ave que alcanza los 300 km/hr., se llega en menos de una hora.
Aunque lo más atractivo de visitar es el centro histórico, también sus alrededores son muy vistosos, ya que está rodeada de bosques de distintas variedades de pino lo que lo hace atractivo también para quienes disfrutan del campo. Está cerca, por ejemplo, la “Ciudad Encantada” que consiste en un conjunto de formaciones rocosas y también hay muchos senderos marcados para quienes prefieren el ejercicio a campo abierto.
Su Patrimonio arquitectónico tiene construcciones muy antiguas y en las cuáles las iglesias y los conventos predominan, estando entre ellas la Catedral de Nuestra Señora de Gracia. Un edificio muy llamativo es el Convento de San Pablo, hoy convertido en Parador Turístico, que lo verán en las fotos puesto que es el edificio cuadrado con una pequeña iglesia a un lado, separado del centro histórico por una gran cañada.
Otro de sus atractivos son las casas colgadas, que es el más característico de la ciudad y datan del siglo XV. Dos de ellas albergan ahora el Museo de Arte Abstracto Español (me gustó mucho, ya les hablaré más delante de él). Son casas construidas en la orilla de un precipicio y con balcones de madera sobre la Hoz del Huécar.
Aunque es una ciudad media, cuenta con diez museos, entre ellos el Ars Natura, dedicado al cuidado del medio ambiente; muy moderno y construido de tal manera que se integra perfectamente al paisaje.
Disfruté mucho mi estancia allí y aún, a cinco días de haber regresado, persiste en mí la sensación de haber vivido una grata experiencia, de haber llenado mi memoria de paisajes hermosos y mis ojos de mucha luz, como cuando se está frente a una playa con mucho sol, ya que tuve la suerte de disfrutar allí el primer día soleado y caluroso de esta época del año.
De comer y beber fue bueno, bonito y barato. Los bares ofrecen tapa incluida en el precio de la caña (vaso de cerveza) y además muchos platillos son a base de presas de caza, como jabalíes y perdiz, de los cuales se hace excelente paté como el monteruelo, o bien utilizando las numerosas variedades de setas de la región y «en un lugar de La Mancha de cuyos dulces no quiero olvidarme…» dice la etiqueta de una caja de dulces típicos de la región, unos pastelitos deliciosos. En fin, que si vienes a España y llegas a Madrid y no te tomas por lo menos un día para ir a Cuenca ¡estás equivocado!
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¿Dónde comer? En la Plaza Mayor, en el restaurante San Juan por supuesto.
Mayo 2012