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Recorriendo la Vía de la Plata en España


SALIENDO DE SEVILLA
SALIENDO DE SEVILLA
También conocida como Ruta de la Plata. Se trata de un antiquísimo camino de origen romano, que unía importantes ciudades para la protección y el comercio, en el occidente de España, con avenidas empedradas de las cuales aún se conservan muchos tramos.
Hay diversas opiniones de cuáles ciudades unía, aunque hoy se dice que parte de Sevilla y termina en Gijón, es decir de sur a norte. Este camino también es parte del Camino de Santiago, que inicia en la Catedral de Sevilla. En lo que todos están de acuerdo es que el nombre no tiene nada que ver con su uso, porque nunca se trasladó plata por allí.
Intenté hacer el camino con mochila al hombro, pero en tren y autobús y con desviaciones, pero a medio camino me ganaron el cansancio y las ganas de ver a mi familia tras cinco meses en estos lares y aunque era un sueño que tenía desde hace muchos años, el de recorrer el interior de España de esa manera, me siento satisfecha por las ciudades que conocí.
También influyó que los viajes normalmente los planeo e investigo algo antes, respecto qué voy a ver y en este caso no lo hice, porque decidí en dos días el viaje y el tiempo se me fue en otras cosas, por otro lado desde que inicié el viaje ya estaba cansada, así que sí fue aventura. Sólo llevaba en mi bolsa un mapa de la ruta, marcada por un amigo y sus consejos y algunas aplicaciones útiles en el celular (móvil), para ver horarios de tren, buscar restaurantes y reservar hoteles.
MÉRIDA
MÉRIDA
Salí un jueves al mediodía de Sevilla, en tren hacia Mérida a donde llegué al atardecer y al registrarme en el hotel tomé folletos del mostrador y en mi habitación los leí, por lo que me di cuenta que se trata de una ciudad importante en tiempo de los romanos y que, además, llegaba a tiempo al Festival de Teatro Clásico, al que me apresuré a acudir en el marco de un escenario increíble ¡un teatro romano de más de dos mil años de antigüedad! Y además magnífico.
BADAJOZ
BADAJOZ
Al día siguiente, después de recorrer a pie los restos romanos de la ciudad, tomé el tren hacia Badajoz a donde llegué casi al mediodía; hice un recorrido en taxi y el chofer entendió su situación de guía improvisado e hizo excelente papel, ya que me llevó a los lugares de atractivo turístico, más sus lugares favoritos, como un hermoso jardín botánico con una vista panorámica de la ciudad y un recorrido por el centro para conocer las bellezas arquitectónicas.
LISBOA
LISBOA

El mismo día por la tarde tomé un autobús a Lisboa, aunque no forma parte de la Ruta de la Plata, me pareció que estando tan cerca sería un desperdicio no conocerla. El autobús hizo menos de tres horas a través de paisajes suaves, con pueblitos que se antojaban hermosos, pequeñas colinas con huertecitas de olivos, ríos y campiñas pedregosas. Llegar por la noche a Lisboa es espectacular, ya que se llega cruzando un anchísimo río a través de un larguísimo puente iluminado y viendo la ciudad en la otra orilla como una joya de mil diamantes. Estuve tres días inolvidables, hay mucho que conocer de esta ciudad, mucho que caminar y así lo hice, mucho que vivir y delicias para comer. Al igual que en Brasil, su pariente lejana, la tradición del pan es la misma, salado y dulce, relleno de carne o miel y nueces y café fuerte, exquisito. Lisboa fue todo un descubrimiento, una ciudad viva, vibrante, culta y hermosa, ya dedicaré una nota completa a ella o varias.

FÁTIMA
FÁTIMA
Estando allí sería una pena no visitar uno de los centros marianos más importantes para nosotros los católicos, así que me uní a un grupo y de Lisboa salí hacia Fátima, apenas a poco más de una hora en autobús, para vivir esta maravillosa experiencia de visitar un lugar donde la Virgen María se ha manifestado. La experiencia fue emocionante sin duda, acerqué todas las peticiones que llevaba, dejé un cirio encendido por cuenta de todos los que me lo pidieron, oré en la capillita donde los pastorcitos esperaban la aparición de la Virgen y visité sus tumbas luego. Lo malo es que la visita fue breve, lo bueno fue que me hice de cuatro nuevas amigas, contadoras como yo, alegres y viajeras.

El último día desde la Terminal de autobuses moderna y funcional, que también es la estación de trenes de media distancia, nacionales e internacionales y del metro, tomé un autobús a Cáceres, a poco más de tres horas de distancia. Viajé de día para conocer el camino y ahora me despedí de la ciudad cruzando el larguísimo puente bajo un brillante sol que se reflejaba en el río que se confunde con una gran bahía. En la bolsa dos panes, un salado relleno de carne picada y un dulce cargado de pasas, nueces y avellanas bañado en miel que me duró, pellizco a pellizco, tres días y acabó en manos de una señora puertorriqueña que conocí en un tren y que llevaba muchas horas sin comer.

CÁCERES
CÁCERES
Cáceres me recibió con mucho calor y me alojé en un hotelito de tres pisos, decorado como una casa señorial muy antigua. Después de caminar desde la estación de autobuses con el GPS en la mano, me enviaron a una habitación al último piso, bajo un techo antiquísimo de tejas, tan caliente que el aire acondicionado no lograba enfriar. A pesar del cansancio, bajé a rogar un cambio de habitación y se apiadaron de mí y me dieron una hermosísima habitación en el segundo piso, fresca y amable. Inmediatamente me hice de un mapa y salí a caminar. La ubicación del hotel era excelente y estaba a pocas calles del centro histórico, perfectamente delimitado por una muralla y dentro de ella, como atrapadas, como apiñadas, como defendiéndose unos a otros, un conjunto de palacios, casas señoriales, conventos e iglesias, con pequeñas placitas. Las calles serpenteantes apenas daban espacio al paso de carruajes, supongo. El lugar atrapa y quisiera uno entrar a todos los edificios, ahora usados como hoteles, restaurantes, bares, museos o de uso administrativo del gobierno. Allí en un rincón pegado a la muralla y con una torre cuadrada con una cúpula redonda que la hace muy peculiar, está el Palacio de Toledo-Moctezuma, un edificio que procede del s. XIV y que fue habitado en el s. XVII por Mariana de Carvajal y Toledo, casada con Juan de Toledo y Moctezuma, nieto de la princesa azteca Tecixpo Istlaxóchitl, llamada Isabel de Moctezuma, quién llegó a España con un cacereño que acompañó a Hernán Cortés ¿sorpresa? Para mí mayúscula, aunque conocí un palacio así en Ronda, del que ya les hablé cuando visité esa ciudad. El escudo de armas se observa en la fachada. Cáceres también me ofreció un estofado delicioso de cordero. En Cáceres tuve que vaciar la memoria de mi cámara que no daba para más, para lo cual una cubana servicial y alegre, como todos los cubanos, pasó mis fotos a una memoria USB y pude seguir mi camino sin contratiempos.
De Cáceres a Salamanca no hay servicio de tren. De hecho, en España el tren es muy centralista, ya que todos van a Madrid, pero no hay red que de servicio de sur a norte en el occidente, así que de nuevo tomé un autobús y en poco más de tres horas entré a Salamanca y así pasé de Extremadura a Castilla-León. La aclaración la hago porque me gustan mucho los trenes y es lamentable que en México, teniendo una enorme superficie y hermosísimos paisajes, tengamos apenas una ruta de pasajeros.

PLAZA MAYOR DE SALAMANCA
PLAZA MAYOR DE SALAMANCA
Salamanca es famosa por su Plaza Mayor, que es grande y muy hermosa, además una gran Catedral muy bella, la antiquísima Universidad y un gran número de construcciones muy antiguas.
SALAMANCA
SALAMANCA
Pero a mí particularmente me encantó una pequeña Iglesia redonda, al parecer una construcción romana, que por fuera parece pequeñita y dentro es amplia y fresca, con un techo raro, ya que es de tejas y tuvieron que adaptar vigas de madera de tal manera que el techo tuviera el declive necesario para las tejas. En esta ciudad visité una casa donde Santa Teresa inició en esa ciudad la vida de su congregación y pude entrar hasta la habitación que fuera su celda y hoy es una capillita. Lo curioso es yo sabía muy poco de esta Santa y buscando la casa, me di cuenta desde la acera de enfrente que era la única finca que tenía palomas en el techo, un gran número de ellas, y no sé porqué me vino a la mente “esta es”. Luego de la visita me regalaron una estampa de la Santa y tenía una paloma en el hombro.

En esta ciudad me atrapó el cansancio y la añoranza ¡quería ver a mi familia! Y a pesar de que el plan era llegar hasta Santiago de Compostela, modifiqué el plan, saqué mi mapa y viendo la manera de regresar a Sevilla y a insistencia de una de mis hermanas partí hacia Ávila. Allí si pude tomar un tren cargado de gente que volvía de hacer el Camino de Santiago y yo observándolos con los ojos verdes de envidia. Llegará un día mi Camino de Santiago, las botas ya las tengo.
Desde las ventanas del tren vi la hermosísima muralla de Ávila, la más hermosa que he visto hasta hoy. Llegué temprano y dispuesta a dedicarle todo el día y seguir mi camino, así que me puse a los hombros la mochila, ya muy cargada de recuerdos y caminé hacia el centro histórico, armándome a la pasada con un kilo de cerezas y tres enormes melocotones, que sé que extrañaré mucho en México. Cerca de una puerta de la muralla entré a una oficina de turismo por un mapa e instrucciones de qué ver en una visita rápida, luego me trepé en un trenecito turístico, con la ventaja de que así ves todo lo más interesante y puedes medir distancias para caminar luego y elegir bien el camino. De pronto me di cuenta de la importancia de Santa Teresa para esta ciudad, sus recuerdos están por todos los rincones. El trenecito hizo una parada en un mirador y tuvimos oportunidad de tomar fotos panorámicas de la ciudad preciosas.

AVILA
AVILA
Prácticamente caminé todo el día, entre los lugares relacionados con Santa Teresa y la Catedral, caminando por calles angostas y placitas, pero no desperdicié la oportunidad de sentarme en un bar y comer dos o tres tapas locales, que me sirvieron para descansar y despistar a un tipo que me seguía sospechosamente desde el museo de la Catedral. Qué susto.
Tomé el tren a Madrid dispuesta a alcanzar el último tren a Sevilla, pero Madrid era un caos por una huelga en los trenes y en la estación de Atocha me esperaba una gran fila y un solo empleado atendiendo. Estuve allí un rato hasta que calculé que por el tiempo que tardaban en atender a los pasajeros yo no alcanzaría a irme, entonces salí de la estación y busqué una agencia de viajes que encontré a dos calles y regresé feliz con un boleto a tiempo de tomar el tren a casa.
Nueve días después, muy feliz y cansada, pero muy satisfecha de mi recorrido por parte de la Ruta de la Plata, me preparé para mi siguiente viaje ¡allá voy Holanda! y de allí, por fin, México lindo y querido… el resto es la historia en el aeropuerto de Houston.

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